Evitame Porfavor en el Viaje.

Donde lo predecible puede fallar y yo, espantada, escapar no puedo.

8.19.2010

Un día, una laguna.


Despierto. Hago el gran esfuerzo de hacerlo. Me digo: "Si no te vas a levantar temprano, de menos estírate para prende el radio y oír un poco de inglés" No lo logro, pero a una hora, mi intestino es el que se estira y me obliga a levantarme (¡gracias tripas!). Ya. Estoy en pie, camino, me muevo.
Me cambio; tomo mi hermosa cuerda de saltar y salgo al soleado patio. ¿Cuántos saltos he de dar? Unos poquitos al pleno rayo del sol. Luego ¡que hay elíptica! Vamos a probarla; no es tan difícil como yo pensaba, unos cinco minutitos. Ahhhhh. Sigo con algún otro ejercicio y digo ya.
El baño hoy sí se hará. Tallo, tallo, enjuago, enjuago.
Una buena noticia: En la tarde habrá laguna.
Desayuno bueno. El jamón de acá sí sabe a lo que debería. Lectura, lectura y más lectura. (No tanta, me aburro un poco, pero ¡qué bien me asoleo las piernas!)
Platico un poco con mi profesoressa sobre qué hacer, las lecturas, el tema, el lenguaje. Estamos de acuerdo en cómo he de empezar: haciendo algo.


La caminata, la laguna, el perro del infierno, la zona peatonal.
Huele a pescado cocido. Hay sonidos, corredores, hay botes, pasto. En la zona peatonal hay todo tipo de tiendas felices. ¡Hay Body Shop! Ups, no traje perfume... ¿Adivinan qué hice?
Gente cantando en la calle y verano presente.
El atardecer.




(Apagué el radio de la zona para oír una schreckliche canción del bicentenario-su-calzón, ¡ay qué feo!!) Mejor pongo la foto mía del atardecer.



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