Evitame Porfavor en el Viaje.

Donde lo predecible puede fallar y yo, espantada, escapar no puedo.

10.21.2010

Improductibilidad


Escucho a la professoressa partir; sigo dormida; la alarma suena; no me quiero levantar; sigo dormida; decido ya levantarme; es un poco tarde (ya se está haciendo costumbre). Pienso que no debí decir que sí quería ir al almuerzo, que mejor debo quedarme en casa para avanzar con la lectura. No. Pienso que debo ir, que ya hice el compromiso; pienso, por otro lado, que veré a la texana y que no me va a gustar nada. Me levanto. Me baño muy bien, visto y salgo.
Llueve, hace frío, debo tomar el autobús. Si pasa de largo, me regreso y espero al siguiente, total si llego tarde al almuerzo no pasa nada, es almuerzo ¡pero estoy en el gabacho, de seguro es falta de educación llegar tarde, aunque sea un almuerzo, además es con una escritora invitada por la universidad!
Llego a la parada; he visto el autobús de ida, así que no tardará en venir a mí. Se acercan dos niños que conducen a su madre en silla de ruedas. Los niños son amables; su madre se ve realmente enferma; ojalá esos niños tengan una buena vida. Llega el autobús, ellos suben a su madre. Los autobuses acá tienen un sistema que hace que las llantas bajen para que el escalón sea menos alto, además de tener una rampa para sillas de ruedas, ¡que sí sirve!
Subo, paso mi ticket de 10 rides y me siento. Escucho Mahler.
Llego a mi parada. Bajo. Camino para hacer tiempo, pues aún faltan cuarenta y cinco minutos para la hora del almuerzo. Mahler sigue en mis oídos.
Entro al Waterman, aún falta tiempo. Me siento en una banca del pasillo hasta la hora marcada. Subo al cuarto piso. Veo a la texana; ha llegado ya. Tengo que decir en la mesa de la entrada que voy al almuerzo con Judith Ortiz Cofer, cuando estoy a punto de decir eso, llega la tal Judith, me presento con ella y la mujer de la mesa nos indica dónde sentarnos.
Llegan los convocados poco a poco (convocados: los estudiantes y compañeros que sí quisieron ir al almuerzo bajo invitación de la professoressa). Nos presentamos todos entre todos, charlamos, ordenamos. Me sorprendo. ¡Platican y comen! Entre que tomo parte de alguna charla, entre que mis compañeros de clase me preguntan de la professoressa, entre que le pregunto a la escritora cualquier cosa. Termina el almuerzo. Yo termino todos mis platos. ¿Por qué los gabachos dejan algo en los platos, todos ellos? ¿Es cultural?
La escritora se va con los compañeros de mi clase; yo, sin querer, me platico con la texana. Resulta no ser latina tan horrenda. Habla de tamales y gorditas. Cultura compartida: Importante.
Salimos todos. La texana me dice donde será la charla. Voy a la biblioteca y hago por la labor existencial. Leo poco, pero intento comprender bien, muy bien.


La hora marcada, nuevamente, voy al Billings. Entro. Es un edificio muy bonito. La charla está por comenzar; me encuentro a una compañera de clase, me hace compañía, hasta que la professoressa me llama y me presenta a una bióloga del DF que hace posdoctorado acá, se llama Irma, aunque en realidad se llama Gisela.
La charla va bien. La mujer conferenciante sabe hablar en público con humor. Después hay una recepción. ¡Comida gratis! Vamos todos sobre los pasteles, quesos, frutas, ponche, café. Charlo con Gisela o ella charla conmigo. Es poco tiempo me entero de detalles importantes de su vida. Se acerca a nosotras mi Tandempartnerin y dice que si somos amigas, le decimos que no, que luego se nos da por hablar por los codos.
Se nos pega un hombre extraño, joven, Denis dice llamarse y dice no saber nada de español. Hablamos las tres con él. Se forma un lío. Llega gente a la conversación, se va, llega, se va.
Al final quedamos solamente Gisela, mi Tandempartnerin, Denis –que resultó ser presbiteriano, según oí– y yo.
Debo apresurarme, se hará de noche muy pronto. Pido mails y me despido.
Salgo a toda velocidad hacia la parada del autobús. No sé a qué hora sale, pero espero que no tarde mucho. Cuando estoy por llegar a la parada central, veo cómo cuatro autobuses parten; no alcanzo a ver si uno de esos era el mío. Me acerco a los horarios y... el siguiente autobús saldrá en una hora. ¿Qué haré en toda esa hora, con 5ºC y con ganas de hacer más nada que llegar a casa? Camino por Church st. otra vez. Entro a una tienda a buscar películas. No encuentro nada. Voy al museíto de arte moderno y me quedó allí un rato jugando con las pantallas. La hora del siguiente autobús se acerca y camino hacia la parada central con vigor, pues hace fío y no quiero esperar otra hora.
Lo tomo. Se me quita en frío con la excesiva calefacción. Esta vez no escucho música; debo estar atenta para que no se pase mi parada; logro reconocerla y bajo.
He estado muy contenta de ver gente hoy.
Llego a casa. La professoressa no ha llegado de su cena académica-nice. Saludo al perro del infierno. Me quito mis trabajosas botas (finalmente las usé, por eso no morí de frío). Veo tv. La professoressa llega, vemos CSI, platicamos del día.
Estoy aquí.


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